Una historia de belleza natural

Que las vacaciones son para perderse es una gran verdad, y que estamos perdidos es una realidad, y ¡qué bien se está!

Llevamos unos días de esos en los que te levantas a deshoras, te acuestas cuando el cuerpo te lo pide, y te pasas el día haciendo lo que más te apetece… en definitiva, disfrutando del tiempo libre que nos hemos ganado a base del esfuerzo del invierno.

 

Mi única preocupación estos días es conseguir que sea un verano memorable tanto para los míos como para mí, eso sí, no a costa de grandes planes, al revés, la máxima del “menos es más” la estoy aplicando a rajatabla.

Así que, de buena mañana, y mientras los niños todavía duermen, he dedicido ponerme a escribir, sin grandes planes.

Había pensado en dejarlo, pero siempre me ocurre que pienso en lo mucho que gustaría escribir sobre este o aquel tema o sobre este o aquel lugar, y entonces apunto en la libreta esta o aquella idea, y allí se queda… aunque espero que no para siempre. Cuando algo nos gusta no puedes dejarlo, ¡no debes!

Me gusta trabajar con las manos y quiero mostrarlo.

Me gusta hacer fotos y quiero enseñarlas.

Me gusta contar historias, y quiero que las descubran.

Me gusta viajar, y quiero compartirlo.

Me gusta mi tierra y su gente, y quiero contarlo.

Así que por aquí me encontrarás si me buscas, cuidándome, porque de eso se trata, de hacer aquello que nos alimenta y en eso me voy a centrar, en cuidarme y cuidarnos. Así que hoy os traigo una historia de mimos:

Hace unos años fuimos de viaje con los niños a Berlín, Marina tiene una piel sensible y de vez en cuando le dan brotes, no es nada grave, pero le pica y bastante. Con el tiempo hemos aprendido a llevar nuestros potingues y jarabes encima por lo que pueda pasar, pero en aquel viaje todavía no sabíamos mucho del tema y nos fuimos sin nada.

El segundo día la piel de la niña se empezó a poner roja y le picaba la cara, los brazos y la espalda, junto al hotel había una farmacia y nos recomendaron una crema de Weleda España hecha a base de ingredientes naturales, que resultó ser un imprescindible. Seguro que a estas alturas conocéis de sobra la marca, pero entonces yo era la primera vez que oía hablar de ella, a base de caléndula y con ingredientes naturales, aquella crema consiguió calmar su piel, y desde entonces es un imprescindible en casa.

 

Junto a aquella primera crema, hoy uso siempre Skin Food, que jamás sale de mi bolso porque vale para todo: rozaduras, quemaduras, hidratante, cicatrizante… es la crema perfecta.

La historia de hoy va de Berlín, de pieles delicadas y de remedios que cuidan la belleza natural, la próxima historia, ya te adelanto que será de montañas y ríos de aguas congeladas. Aquí te espero porque no te la puedes perder.

 

Escrito por: Isabel

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